LA MONEDA DEL PIRATA
Nadie sabía de dónde había salido ese chico. Tan solo un día apareció en el camarote del capitán Dark Heart y le ofreció su ayuda para encontrar un valioso tesoro encerrado milenios atrás en una lejana cueva que no aparecía en ningún mapa de navegación. Todo pirata existente conocía a esa extraña persona con la apariencia de un chico de catorce años. Durante centenares de años había ayudado a los piratas a conseguir los tesoros que anhelaban y a cambio solo pedía una moneda por muy inmenso que fuera el botín. Si utilizaba una extraña brujería que dependiera de ello o si buscaba romper una maldición, nadie lo sabía, pero tan valiosa era su ayuda y tan poco pedía a cambio que incluso los más crueles piratas cumplían su parte del trato y le permitían marcharse con su recompensa. Él solo desaparecía y nunca más volvían a verlo.
—Se dice que una extraña brujería agita con estrepitosa fuerza los mares cuando te acercas a la isla. Tú te encargarás de que nuestro barco llegue de una pieza. También cuentan que unas extrañas almas vigilan la cueva. Tú te encargarás de extinguirlas. Además hay una gran variedad de letales trampas en el interior. Tú te encargarás de eludirlas. Y al parecer existe un monstruoso guardián que protege el tesoro. Tú te encargarás de matarlo —la puerta se abrió y una niña de 14 años entró—. Y, por último, tú te encargarás de proteger a mi hija. Si sufre la menor herida, nuestro trato se romperá.
—Entendido, capitán. Lo cumpliré todo —asintió el joven con voz tranquila.
Así pues, la tripulación partió. Furiosas aguas trataron de detenerlos, cuando pisaron tierra unos seres fluorescentes sin rostro les atacaron y, una vez dentro de la cueva, infinidad de trampas cayeron sobre ellos, pero gracias al chico lograron superar todos los obstáculos y llegar finalmente a la sala más grande de la cueva.
Al fondo se hallaba un gran cofre. Sin embargo, una criatura enorme cayó desde el techo y rugió con toda su fuerza. El capitán retrocedió y ordenó al chico luchar solo y aunque su hija le rogó que le ayudaran, no le hizo caso. El joven asintió y se lanzó contra el monstruo. Fue un combate feroz donde ambos recibieron golpes que habrían matado a cualquier persona o bestia. Sin poder seguir mirando sin hacer nada, la chica arrojó su daga a la criatura, la cual furiosa se volvió hacia ella y se dispuso a matarla, pero eso la distrajo el tiempo suficiente para que el joven trepara hasta su espalda y le cortara la cabeza con su espada. Los piratas corrieron alegres a por el tesoro mientras que el joven le agradecía a la niña su intervención y comprobaba que estuviera bien. Llegó el momento de que el chico reclamara una moneda y se marchara, mas cegado por una insaciable codicia, el hombre ordenó a su tripulación darle muerte. Sin otra opción, el joven luchó mientras que la chica rogaba a su padre que le dejara escapar, mas este respondió que quería matarlo para que no pudiera ayudar a otros.
El chico no mató a ningún pirata, sino que los noqueó. Pero después, el capitán se lanzó contra él y, aunque su hija se interpuso en su camino, fue violentamente golpeada por este, cayendo al suelo. Recordando cómo antes había sido salvado por ella, el niño se enfrentó al hombre en un combate encarnizado que dominó por completo, pues tenía cientos de años de experiencia en combates, así que el pirata decidió utilizar a su propia hija como escudo para obligarlo a rendirse. Él, frustrado, asintió y se dio la vuelta para que el capitán pudiera acabar con él por la espalda, mas antes de golpearlo su hija aún abatida le agarró la pierna en un desesperado intento de detenerle. El capitán, harto de ella, trató de pisotearla, mas el chico aprovechó ese pequeño segundo de distracción para volverse hacia él rápidamente e insertar su acero en el pecho de este, dándole así muerte. Los niños, conmocionados, se miraron mutuamente.
La chica y los piratas supervivientes volvieron al barco con el cofre a bordo y se marcharon. El chico había desaparecido, aunque prometió a la joven que no sería la última vez que se vieran. Del millón de monedas que contenía el tesoro faltaban dos.